Recomendaciones para el meditador


P: A qué nos referimos cuando hablamos de meditar?

R: A la acción de practicar la Meditación. Ésta, a su vez, podríamos decir que es un puente, camino o instrumento para reunir la Tierra con el Cielo; esto es, la mente humana y todas sus preocupaciones, dudas, temores, agitaciones, confusiones, ignorancias y problemáticas puede reunirse con todas las claridades, certezas, conocimientos, revelaciones y soluciones necesarias a cada persona en el fascinante viaje de la vida.
P: Podríamos asegurar, por lo que has expresado, que hay dos mentes que se integran durante la práctica de la meditación?
R: Más bien se trata de 2 aspectos de la misma mente. Uno terrenal, humano caracterizado por la tensión y un aspecto celestial, superior ó divino caracterizado por la fluidez de lo creativo y extraordinario. Los talentos innatos.
P: Aclararías más acerca de esto ultimo?
R: Sí. A ese aspecto de tensión característico de una buena parte de nuestra mente lo reconocemos en la incomodidad interna que nos produce la indecisión, la oposición indefinida entre el sí y el no que repica en nuestra cabeza sin darnos respiro, la desgastante repetición de lo conocido aún cuando quisiéramos vernos libres de esa especie de prisión que parece autoimpuesta. Tensión que también se expresa en cualquier forma de malestar, disfunción y enfermedad fsica/emocional / mental (o de la propia identidad). La meditación nos sirve para liberar esa gran cantidad de energía que quedó allí atrapada y volverla útil, original, divertida, productiva, etc.
P: Qué necesitamos para meditar?
R: Simplemente orientar concientemente tres funciones que utilizamos todo el tiempo en nuestra forma de existir en este plano: 1)la respiración 2)la concentración de la atención y 3)el pensamiento. Volvernos concientes de cómo estamos respirando nos ayuda a enfocarnos en el momento presente. Concentrarnos en el momento presente nos ayuda a observar y comprender qué estamos pensando, sintiendo, creando. Y finalmente, permanecer enfocados en nuestros pensamientos nos permite mejorar la calidad de nuestras intenciones y propósitos y así mejorar la calidad de nuestras manifestaciones.
P: Qué dice la ciencia de todo esto?
R: Tanto la Psicología como la Medicina, en la actualidad, han demostrado más que suficientemente que la práctica asidua de la meditación favorece la relajación física, la disminución del stress con que se suele encarar la vida, aumenta la capacidad atencional e intuitiva del cerebro, el buen rendimiento de la memoria, el desarrollo de la creatividad, la liberación de emociones negativas como el enojo, la angustia, el miedo y el aumento del poder de emociones positivas como la alegría, la tolerancia, el respeto favoreciendo asimismo el establecimiento de vínculos más funcionales y duraderos. El hábito de la autoobservación conciente (otro nombre con que podemos llamar al arte de meditar) lleva al individuo a descubrir y transformar cada vez con mayor facilidad los propios hábitos limitadores o negativos de su mente y encender la corriente natural para la inteligencia adaptativa, para la sabiduría ante los desafíos y para la sensibilidad transpersonal hacia un servicio humanitario en pos de la armonía y del bien planetario. De esta manera la meditación sostenida como una práctica disciplinada, siendo un puente como dijimos al inicio, nos ayuda a convertirnos a nosotros mismos en puentes de beneficios, primero para nosotros mismos y de inmediato para los demás a partir de la actuación de nuestra propia fortaleza interior y de la abundante reserva de nuestra esencia de Amor.
En síntesis, aprender a meditar es aprender a permanecer presentes en el momento presente y entrenarse en el buen uso del poder que tenemos para crear salud, longevidad y una forma mejor de vivir para el bien de todos.
P: Quisieras agregar algo más por hoy?
R: Regalarles dos bellos pensamientos que considero muy positivos para el entrenamiento cotidiano, con el profundo deseo de que comiencen a gozar prontamente de todos los beneficios del maravilloso arte meditativo:
“Me uno a las fuerzas del Cielo
para FLUIR felizmente en fiel cumplimiento
del Plan de Amor Divino para todos en la Tierra.
Gracias. Hecho está.”
“YO ABRO TODOS MIS SENTIDOS A MI MENTE SUPERIOR. LA ALEGRÍA DE LO INFINITO ME ELEVA Y ME TRANSFORMO EN NUEVAS FORMAS DE SER, PENSAR Y VER. GRACIAS PORQUE ASÍ YA ES!”
NAMASTÉ!
Marisa Ordoñez
Lic. En Psicología. Entrenadora Transpersonal.
Master en Técnicas de Sanación Energética.
Asesora Luminosa Litios
facilitado por 

Carol Simpson Vazquez






Prepararse para el silencio


Un verdadero regalo para una vida ocupada es experimentar un largo período de silencio, un tiempo en el que intencionalmente dirigir nuestra atención lejos de las prisas de las conversaciones y los compromisos, las imágenes y mensajes, y las listas y las obligaciones, y en el silencio conectar con nuestro espacio interior.

En la experiencia de algunos, el silencio ha sido una imposición o castigo, por ejemplo, un padre advirtiendo a su hijo: "Cierra la boca y vete a tu habitación." El silencio en el que estamos entrando aquí es una elección libre. Este silencio es una oportunidad para descubrir cosas nuevas y diferentes.



El silencio no es una falta de comunicación. Hay un lenguaje sutil que nos conecta con los demás a través de la mirada, con una sonrisa o un gesto. La fluidez en este idioma sutil llama a nuestra capacidad de observar los pequeños detalles de la vida. A medida que desarrollamos este lenguaje sutil, descubrimos que somos menos dependientes de los dispositivos tecnológicos que nos puede conectar, pero que también pueden hacer que nos sintamos más separados.

En el silencio podemos conectar con la calidad más elevada de pensamiento. La acción surge de la semilla del pensamiento. Las acciones son el fruto de estas semillas. ¿Cuál es el suelo que elijo para plantar las semillas de mis pensamientos? ¿La violencia o la paz? ¿La ira o el amor? Estas son opciones de transformación.

El estado de conciencia que alcanzamos en silencio está directamente conectado con la calidad de nuestra comprensión. Entendimiento "en el sonido" es un proceso cognitivo, mientras que la comprensión "en el silencio" es más sutil, dando lugar a una claridad que surge desde el interior. Ambas experiencias son muy diferentes.

En el silencio,  podemos descubrir nuestras cualidades innatas, las cualidades que son inherentes a lo que somos. Entramos en contacto con nuestra eternidad y nos abrimos a confiar en nuestra esencia más profunda.

En el silencio, conectamos con nuestra fuerza interior y experimentamos confianza, fe, seguridad, belleza y dignidad. Es a partir de la base de esta fortaleza interior que mis acciones pueden evolucionar.

En el silencio podemos escuchar la llamada de Dios, la llamada de la naturaleza, la llamada de los que están necesitados.

El silencio es una oportunidad para descansar en el regazo de mi propia grandeza. El silencio es una disciplina, no de hacer, sino de ser.

Podemos utilizar alguno de estos pensamientos como base para incrementar de manera práctica nuestra experiencia del silencio. OM Shanti, Silvia

El texto anterior es colaboración de Silvia Nora de Vito

Algunos consejos para el  meditador


         En primer lugar, debe tenerse en cuenta, que la meditación ha de ser un medio para introducirnos en la iluminación, y no un mero pasatiempo.
         Se aconseja no empezar sino se tiene la intención de continuar.
         Dice en el Dhammapada: “Lo que tuviere que hacerse hazlo con decisión; un seguidor tibio siembra mucho mal en su derredor”
         El progreso es ascensión y por ello ha de ser continuo. De esta forma el escalador no pierde pie, teniendo que volver al punto de partida. Debe también ser gradual, sin dejarse arrastrar por un repentino furor. “Si el progreso se nos antoja lento, recordemos que deben superarse vidas enteras de malos hábitos mentales.”  Si tratamos de aprender de prisa la mente se indigestará. 
         Así lo escribía el Maestro M.: “El saber es para la mente, lo que la comida para el cuerpo; alimenta y ayuda a crecer, pero necesita ser digerida y cuanto mejor se realiza la digestión, tanto mejor es la salud en ambos casos”
         La paciencia es una virtud y también una cualidad necesaria en el que medita.   Se dice que un artista chino considera su vida bien empleada si en el transcurso de la misma  logra crear una perfecta y genuina obra maestra.  De igual manera, quien contempla con ojos filosóficos la ilusión del tiempo juzgará que ha empleado bien toda su vida si en ella ha recorrido a fondo un pequeño trecho de la senda, y si ni siquiera eso se ha logrado aún  no por eso debe desanimarse el estudiante. Recuérdese las palabras de “La voz del silencio”: “Sábete que ningún esfuerzo en buena o mala dirección, puede sustraerse al mundo de las causas. Ni siquiera el humo inútil se disipa sin dejar rastro. Si el esfuerzo es continuo y sincero, los resultados son seguros por mucho que tarden en llegar.”
Guardarse de todo envanecimiento
         Suele decirse que más de un débil es capaz de soportar el fracaso, peros requiere de un hombre fuerte para afrontar el éxito.  Cuando los primeros  frutos comienzan a manifestarse,  guardémonos del efecto separativo de toda autosuficiencia. “Quien se envanece de sus propios éxitos, Oh! Lanoo , se asemeja al necio, que arrogante ha ido a encaramarse en lo alto de una torre y allí sentado, hendido de orgullo, se recrea en la contemplación de sí mismo, sin percatarse de que nadie más advierte su presencia.” El mismo progreso en la vida interior no tarda en suscitar si uno no está alerta, cierto sentimiento de superioridad sobre los demás. Cierta impresión de haberse como “distanciado” de los “aparentemente” menos adelantados en la vía. Conviene tener presente la advertencia que se lee en la “Luz de la Senda” Por grande que sea el abismo entre el hombre bueno y el pecador, mayor aún es el que se abre entre el hombre bueno y el que ha alcanzado la sabiduría; e inconmensurable el que separa al hombre bueno de aquel cuyas plantas han hollado ya el umbral de lo divino. Por lo tanto no te juzgues demasiado pronto como algo fuera de lo común. Cuando hayas empezado a caminar por la senda  la estrella de tu alma resplandecerá, y su luz te hará ver cuán inmensas son las tinieblas que aún debes superar.

Valor del recato


            Esta es una cualidad compleja, uno de los rasgos distintivos de la auténtica espiritualidad. El propio Buda insistió muy especialmente en su valor. En cierta ocasión le preguntaron  sobre el significado del dominio de sí mismo, al que tanta importancia le atribuía. He aquí la respuesta del maestro: “¿Cuándo hermanos, podéis decir que uno decir que uno de vosotros se domina a sí mismo? Cuando al irse de casa, o al regresar, cuando al mirar hacia adelante o hacia atrás, actúa con la misma compostura. Cuando al doblar o extender un brazo lo hace recatadamente igual que todos sus movimientos corporales. Cuando al comer, beber, masticar, tragar,  satisfacer las necesidades de la naturaleza, caminar, ponerse en pie, sentarse, dormir, despertarse, hablar, guardar silencio, se muestra siempre compuesto y recatado. Entonces podéis decir que ese hermano se domina a sí mismo.”   Tal equilibrio interior, digno y exento de todo apasionamiento, no puede menos de suscitar la respetuosa admiración de cuantos aspiran al dominio de sí mismo. Este resultado viene de una fidelidad constante a las sugerencias que antes apuntábamos.    A medida que se progresa en ese autodominio se ve con creciente claridad que todo lo que existe es fruto del pensamiento; se advierte también que su centro de interés se desplaza  del mundo visible de los efectos, al mundo inmaterial de las causas.   Se comienza a experimentar el flujo y reflujo de las cosas mundanas y a sentirse cada vez más en contacto con aquellos que saben “observar, obrar con resolución y guardar silencio”. No se es ya un mero títere movido por la opinión de las masas, sino un colaborador eficaz de las fuerzas de la naturaleza que avanza inteligentemente con ellas hacia el mismo fin benéfico. Cuando esto sucede, será bueno examinar una vez más los motivos que inducen a continuar por ese camino, pues la sabiduría más profunda advierte al aspirante que, “a menos que cada paso en el crecimiento interior tenga correspondiente expresión en el servicio a la humanidad  está recorriendo un sendero peligroso y sus esfuerzos serán vanos.
        
Resumen extraído por Lourdes González del libro “Concentración y meditación” de Christmas Humphrey.


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Prepararse para comenzar a meditar



Comenzando con la concentración                           


La concentración es el estrechamiento del campo de la atención en forma y por un tiempo determinado por la voluntad. Hay una historia relatada por Paramananda: Una vez en la antigua india se celebraba un torneo de tiro al blanco. En lo alto de un poste se coloco un pez de madera, uno de cuyos ojos constituía el blanco. Varios aguerridos príncipes pasaron uno tras otro a probar su puntería pero en vano. Antes de que cada uno lanzara su flecha, el maestro le preguntaba que veían e invariablemente todos respondían; un pez en lo alto de un gran poste, con su cabeza ojos etc. Pero Arjuna al llegarle el turno respondió “veo el ojo del pez”. El fue el único que dio en el blanco. La concentración desarrolla factores que preparan a la mente, como instrumento de meditación. El esfuerzo que implica se traduce por una constante ampliación del campo de enfoque, donde queda excluido todo tema o pensamiento extraño. No es fácil llegar a un grado de autentica pericia en este arte, como consta en el Dhamapada; “Ardua es de manejar la mente siempre en busca de deleites…” pero “Bueno es sojuzgarla; una mente entrenada aporta mucha felicidad”
Como en muchas artes y ciencias es aquí también cuestión de maña y así, tras largos periodos de esfuerzos aparentemente infructuosos, surge de pronto esa habilidad que aspirábamos. Inmediatamente se reduce el acostumbrado desperdicio de energía mental y se obtiene una mayor reserva disponible de esta última. Se profundiza en el dominio de sí mismo.
Pasaje del Dhamapada: Los regadores llevan el agua donde quieren; los flecheros dan a sus flechas la forma que desean; los carpinteros curvan y trabajan a capricho su madera; los hombres sabios se labran a sí mismos. El pensamiento es el padre de la acción. Así, el control del pensamiento lleva a un mayor control de todo el ser humano aun en el plano físico. Al desperdiciar menos la  energía en inútiles movimientos de las manos y el cuerpo, la fatiga es menor. De este modo reservamos energía para utilizarla cuando la voluntad así lo decide, lo cual redunda en mejor salud. El siguiente paso consiste en una mayor coordinación entre los diversos planos de la conciencia. Mente, emociones, y actos comienzan a funcionar al unísono y el derroche de energías originadas por las preocupaciones cede el puesto a un esfuerzo tranquilo y deliberado para suprimir esa causa, ese desasosiego. Un curioso sentimiento que puede despertar en este paso es una sensación de aridez mental, desorientación o vacio emocional. Cuando esto ocurra, recuérdese que se trata de un periodo de transición en el que la mente sale de su medio habitual; el mundo de los sentidos, y todavía no ha llegado a aclimatarse a los niveles supra sensoriales. Más raro y más desagradable puede ser la experiencia de descubrir que las dificultades ordinarias de la vida, lejos de disminuir, parecen intensificarse con la nueva práctica. Todos cuantos tratan de acelerar el lento ritmo de la evolución, atraen automáticamente hacia sí, un volumen creciente de su anterior karma. Si esto resulta enojoso para su personalidad, el “hombre esencial” debe por el contrario alegrarse de ello, pues solo cuando su propio karma se haya agotado, podrá avanzar resueltamente hacia el ideal. Algo que compensa esta molestia, es que en la medida en que va controlando los vehículos, mejora su reacción mental ante el ambiente. La mera capacidad de concentrarse basta para provocar una mejoría en el carácter y el estudiante comenzara a darse cuenta de que los hechos carecen de importancia y lo que vale es su significado. “los hechos son solo hechos y al individuo le toca decidir cómo ha de reaccionar ante ellos”
Como dijo Epicteto; Si un hombre es desdichado, sepa que la única razón de su desdicha, radica en él mismo. Jamás el sabio permitirá que el cambiante rostro de las circunstancias venga a turbar su serenidad interior.
El tema de la concentración, ofrece dos aspectos: General y particular.
El primero consiste en cultivar una forma habitual de pensamiento; el segundo comprende los ejercicios especiales que tienden a desarrollar la cualidad de la mente.
Escribe Annie Besant: Muchos se sientan a meditar y una vez concluida la meditación, se extrañan de no hacer ningún progreso. ¿Cómo es posible suponer que media hora de meditación, y 23 horas y media de disipación de los pensamientos a lo largo del día, lleguen a capacitar a alguien para concentrarse bien?  A menos de aplicar el resto del  día lo aprendido durante el ejercicio de la mañana, no se hará progreso alguno. Es más cuando se mantiene la recta actitud llega un momento en que los ejercicios especiales no son ya necesarios. A medida  que uno va progresando en la meditación, se extiende durante todas las horas de vigilia incluso durante el sueño. Los más adelantados no dedican prácticamente a la meditación formal. Cuando la meditación ha llegado a ser un hábito de la mente, su aspecto formal se descarta en la medida de lo posible.
Las siguientes sugerencias pueden ser útiles para fomentar esa actitud mental.


1) Lograr un buen estado físico y mantenerse en él; aun la meditación más elevada necesita el cerebro físico, si el cuerpo no está en buenas condiciones, el cerebro tampoco funciona con pleno rendimiento. En las circunstancias de la vida moderna puede no resultar fácil mantenerse en buena forma física, pero un pequeño esfuerzo por tomar un poco de sol y aire (no tomar como pretexto que la playa un campo nos quedan lejos) el sol y el aire están de la puerta para fuera. Dormir lo suficiente, ni más ni menos. Ingerir alimentos lo más sanos posible. El uso de abundante agua por dentro y por fuera, contribuye en mucho a darnos y conservarnos un instrumento físicamente sano. Una vez conseguido esto, hay que dominarlo; trátese como el animal que es; con consideración pero también con firmeza, entrenándolo a obedecer por medio de ejercicios de control físico. Sobre todo debemos de distinguir muy bien entre lo que son nuestros deseos y “sus deseos”. Para crear este hábito debemos de renunciar al menos por un tiempo a este o aquel “capricho”. No soy yo, sino mi cuerpo quien pide con insistencia, tabaco, dulces, comodidades, calor, perfumes etc.… Debe acostumbrarse a renunciar ya se trate de café, ropa interior fina, o esos 10 minutos extras en la cama. Debe cultivarse una indiferencia filosófica frente al trafago y sacudidas de la vida diaria haciendo oídos sordos a las eternas quejas del cuerpo que reclaman satisfacción de los deseos físicos.

2) Concentrarse en la tarea que se tiene entre manos

El vaivén de la vida cotidiana, la tarea común, nos proporciona cuantas oportunidades podamos desear para el desarrollo de una permanente agudeza mental. Empieza por convertir toda tu jornada en un ejercicio de concentración, considerando cada uno de tus actos como el único que en ese momento vale la pena hacerse. Por ejemplo; dite a ti mismo: “Voy a concentrarme durante una hora en hacer esto, despreocupándome de todo lo demás, lo hare sin pensar para nada en mi, solo porque esa cosa es lo que debe hacerse en este momento”. Olvídate luego de la necesidad de concentrarte, pon manos a la obra, ya sea el caso de preparar un examen, redactar un documento, o limpiar una habitación. Para acumular la energía indispensable a este esfuerzo sostenido debe procurarse eliminar toda actividad ociosa y sin objetivos ya sea esta mental, emocional, o física. El ideal sería que cada una de nuestras actividades y pensamientos obedeciera a un fin determinado y deliberadamente útil. Ya hemos aludido a la necesidad de refrenar en lo posible todo amaneramiento o movimiento físico superfluo; lo mismo se aplica a las ideas y sentimientos. Con frecuencia nos pasamos largos ratos “soñando despiertos”, engolfados en elucubraciones ociosas o dándole vueltas en nuestra mente a algún hecho o circunstancias triviales. Esto ocurre también cuando nos dejamos llevar por las emociones sin que ellas correspondan a ningún pensamiento o acción. Recrearse en estímulos emocionales puede tener cierto encanto y procurarnos pequeñas satisfacciones momentáneas, pero no hace sino multiplicar los obstáculos en el camino del autodominio. Así que si dejamos de derrochar nuestras energías en cosas sin importancia, será mayor nuestra capacidad para organizar las tareas del día y llegar a realizar un máximo de trabajo útil, en un mínimo de tiempo y energía suficiente para dedicarse a este sublime ejercicio. Es en los instantes de relativo reposo en donde aparece con todo relieve la diferencia entre el estudiante experto e inexperto en el desarrollo mental. El principiante gasta energías en estériles conversaciones, en divagancias mentales, en vagas revisiones de sus pasadas experiencias, en inquietudes sobre hechos aun no acaecidos o en mil otras cosas inútiles. El discípulo adelantado por el contrario conoce el valor de la mínima oportunidad y aprovecha esos instantes de aparente ocio para perseguir algún fin útil. Quienes practican la concentración pueden aprovechar esos momentos para hacer algún ejercicio siempre dirigido al objetivo que pretenden; quienes ya se encuentran en la etapa de meditación retienen en la mente alguna frase o mantra para “rumiarlo” en esos tiempos libres o llevan en el bolsillo alguno de esos libros de sabiduría espiritual con cuyo contenido se alimenta el ser interior. Muchas personas han recibido enseñanza leyendo de esta manera, e incluso se han escrito libros de esta manera en pequeñas hojas sueltas en esos ratos de ocio. De esta manera se tendría una idea del valor que pueden adquirir tales “claros” en el bosque del quehacer ordinario. Si tales momentos se dedican a esta actividad ¿Qué tiempo queda para el necesario descanso? Solo la experiencia es capaz de confirmarnos esta paradoja a saber, que dicho habito lejos de contribuir al mayor agotamiento de la persona que lo ha adquirido, en lugar de eso, le robustece la mente. Una vez arraigado el hábito se comprobara que la mente de lo contrario inocupada, tiende a volver por si sola y de modo automático, al tema o frase central del ejercicio de concentración. Llenando así su día con una serie de “momentos espirituales”, el estudiante se encuentra con una “maquina” de pensar bien entrenada y acostumbrada a una actitud de permanente concentración que puede tener por objeto un problema mundano si así lo ha decidido, o un tema de valor más duradero para el hombre interior. Incluso cuando llega el momento de un merecido descanso, es recomendable detener la mente en algún tema útil e interesante o bien aprender a suspender toda actividad mental. El arte de la relajación es muy necesario en estos tiempos de continuo derroche de energía. Recuérdese la etimología de la palabra recreo que viene de “re-crear” “re-creación”. No se trata pues de desperdiciar energías en estériles pasatiempos. La ávida lectura de periódicos o revistas sociales por ejemplo, constituye la apoteosis de lo distractivo, destruyendo el efecto de los ejercicios de concentración. Mucho más valor autentico de re-creo tienen la buena literatura, la buena música, la poesía, el arte y cuando las circunstancias se prestan a ello ciertos juegos de paciencia como rompecabezas y otros similares que entretenían a las antiguas generaciones pero que ya no satisfacen al hombre actual ansioso de velocidad y de emociones fuertes.

Aquí les dejo algo para comenzar a practicar concentración. En el próximo documento agregare algunos ejercicios y consejos para tener en cuenta. Importante para todo aquel que desea practicar la meditación en forma seria.

Resumen realizado por Lourdes González

Parte del libro concentración y meditación de Christmas Humpreys
                                                      






Además de la concentración, es necesario ordenar los pensamientos, situar con nitidez toda cuestión, y dominar cada acto.



Muy pocas personas piensan de veras, aunque muchos piensan que lo hacen. La psicología moderna ha demostrado que la mayor parte de la gente utiliza un porcentaje mínimo de su verdadera capacidad mental. Pensar constituye un proceso que tiene que aprenderse como cualquier otra cosa o arte. Lamentablemente se dedica más tiempo a la adquisición de conocimientos y casi nada a digerirlos y emplearlos correctamente cuando ya se poseen. El material de pensamientos es doble: consta de hechos e ideas. ¿Cuántos seres humanos son capaces de engendrar, analizar, y expresar adecuadamente una idea?

La mayoría se comporta como si sus actos no fueran más que reflejos automáticos en respuesta a otros tantos estímulos externos. Sus reacciones son tan inmediatas que la razón no tiene tiempo de intervenir en ellos. El hombre antes de actuar, de “comprometerse en una acción”, debería preguntarse e insistir en una respuesta veraz. ¿Por qué estoy a punto de obrar así?

Esto que suena como un ideal imposible, es un ejercicio de concentración de suma eficacia. Hasta que uno adquiera el hábito de averiguar de antemano el cómo y el porqué de cada uno de sus actos, no le será posible concentrar todas sus facultades en ejecutarlo bien. Más adelante mencionaremos una prolongación de esta práctica llamada: la meditación sobre el motivo recto.

De momento basta con dominar cada uno de nuestros pensamientos y actos desde el comienzo hasta el final del proceso. No repitamos ya nunca más la indigna frase con la que a veces tratamos de disculpar nuestro atolondrado proceder: “lo hice sin pensar”. El daño causado, si lo hay, no disminuye por ser fruto de irreflexión, ni son por ellos menos nefastos sus efectos en el karma. Una vez consumado el acto, debemos de decidir si deseamos o no recordarlo. Muchos se vanaglorian de poseer una excelente memoria; otros se enorgullecen de su actitud para olvidar. ¿Porqué cargarnos con un tremendo peso de viejos recuerdos para caminar por la vida? Conviene sí, almacenar los de valor y clasificarlos en nuestra mente con todo detalle; por lo demás limitémonos a ejecutar cada acto de manera impersonal aunque de modo reflexivo y deliberado, por decirlo así, arrojémoslo al cesto de los papeles.
Controlar nuestra reacción ante las opiniones y emociones.



De la necesidad de dominar cada uno de nuestros pensamientos y actos, se desprende el arte más sutil de distinguir entre nuestros propios pensamientos y los que provienen de fuera. Cuando algún pensamiento nos impele a actuar preguntémonos: “¿Es mía esta idea? ¿Es mi verdadera opinión o se trata de un simple eco sobre lo que leí en el periódico, lo escuché en el trabajo, en la calle, etc.?”

No es nada fácil formarse y conservar una opinión propia, sobre todo si va en contra de la corriente general. Por ejemplo, si estallara una guerra, más de uno se sentiría arrastrado por las hábiles consignas patrióticas con cierta propaganda apela a sus deberes de ciudadano, y sinceramente creería que ese patriotismo de pacotilla que enaltece a las masas, se identifica con su propio y deliberado punto de vista. En otro orden de cosas, muchas son las personas que se dejan influir por los dictados de la moda, que a veces ni siquiera les agrada ni les sienta bien, pero que acaban por adoptar con la ilusión de que lo hacen libremente y por propia iniciativa. De ahí la necesidad de un discernimiento vigilante que permita ver claro cada vez que se nos presenta una nueva idea. Este discernimiento actúa como filtro mental que impide el paso a toda opción ajena a la parte mejor de nuestra naturaleza. Si esto se hiciera práctica común, eliminaría no pocos chismes desagradables y destructivos propagados por mentes ligeras de las que ni siquiera una por cada diez, está realmente convencida de lo que va contando a otros. El hombre debe de tratar de controlar sus reacciones emocionales. Es importante dominarse en cuanto al modo de reflejar “las emociones de la masa”, ya sean de cólera, de elogio indiscriminado, miedo, etc. Porque los amigos, la prensa o el país entero deciden cubrir de injurias a otra persona o criticar a otro país ¿Hemos de seguirle el juego? El hombre prudente determina por sí mismo cual debe ser su propia reacción en cualquier circunstancia, y piensa, siente y actúa en consecuencia.

Consejos para que estas prácticas sean una guía hacia una verdadera y profunda espiritualidad.



1) Evitar la búsqueda ansiosa de gurús. La gente tiende a menudo a preocuparse por encontrar “maestros, gurús”, y otros personajes más o menos misteriosos, para que los conduzcan rápidamente a la meta. Pero a la perfección no se llega por atajos, y los auténticos guías se negarán a guiar a un discípulo hasta que este haya hecho primero el mejor uso posible de los materiales de que dispone, y en segundo lugar, haya mostrado la pureza de su vida y aspiraciones, y así será digno de la ayuda que solicita. Cuidado pues con el ansia excesiva de asistencia espiritual, porque es hija de la pereza y el orgullo y a su vez engendra desilusión y demora (el maestro llega cuando el discípulo está preparado)

2) No hacer caso de experiencias y poderes psíquicos. La meditación en ocasiones eleva la conciencia a un nivel que permite entrever, aunque todavía nebulosamente, la esfera del “más allá” de lo físico. Se trata del mundo psíquico, poblado de sombras y espejismos, un mundo de ilusiones en el que debe andar con tiento, quien camina en pos de la verdadera luz. Por lo general el estudiante cuya visión se ha ceñido hasta entonces en el plano físico, tiende con facilidad a calificar de “espiritual” cualquier cosa de orden supra físico. Ello explica que las imágenes, voces, “mensajes” que se producen en las sesiones espiritistas, se impongan sin resistencia al público dispuesto a darles crédito. No se deje el neófito seducir por tales encantos. Debe emplearse el sentido común para saber cuáles personas y porque serían elegidos como mensajeros. Por deducción inteligente debemos pensar que personas con desequilibrios emocionales y vidas caóticas no podrían ser instrumentos que sirvieran como mensajeros de seres avanzados. Lo mismo se aplica a los poderes psíquicos. A veces el estudiante descubre de pronto que posee ciertos sentidos “supra físicos”. Esto solo significa que ha logrado penetrar en el segundo plano de su ser. Saltéese esta etapa y siga de largo sin detenerse: sepa que aún sigue en la esfera de la ilusión, y que la realidad esta aun mucho más lejos. Perder un tiempo precioso en cultivar o desarrollar poderes psíquicos es apartarse de la senda que conduce a la iluminación. Esos poderes podrán ser útiles más adelante. Por el momento es mejor prescindir de ellos.

3) No descuidar otras obligaciones. La meditación es primero un esfuerzo, después un hábito, y finalmente una gozosa necesidad. Llegado a esta tercera etapa en la euforia de haber descubierto que lo que hace supera en valor e interés todo fin o actividad mundanos, se corre el peligro de descuidar las obligaciones ordinarias. Contra esto también ha de precaverse; dice H.P. Blavatsky en “Ocultismo práctico”: El trabajo inmediato, sea cual fuere, lleva aparejada la abstracta reivindicación del deber y su relativa importancia o trivialidad no entra en consideración. ¿Qué es el mundo que nos rodea sino el gimnasio del alma?





Resumen del libro “Concentración y meditación” de Christmas Humphreys, realizado por Lourdes González.